ArticlesDiario Los Andes - Columna dominical

Sacerdotes trujillanos celebraron 387 años de Nuestra Señora de la Paz

Hijos oriundos de la diócesis de Trujillo, veneraron a la advocación de la Virgen Nuestra Señora de la Paz en la Basílica de San Pedro de Roma

El pasado miércoles 25 de enero cinco sacerdotes trujillanos se reunieron en la Basílica de San Pedro para celebrar una Santa Misa en honor a la patrona de Trujillo, Nuestra Señora de la Paz. La emotiva homilía fue presidida por el padre Lisandro Rivas, originario de Boconó y Rector del Colegio Pontificio Misionero San Pablo de Propaganda Fide, quien pidió a la Virgen su intercepción por todos los venezolanos, “para que nos abramos a la paz que viene de Dios, la paz que es fruto de la justicia; que tiene como alma el amor a Dios y al prójimo. La paz que exige que el hombre renuncie a la envidia y a la ambición, al orgullo y al egoísmo”.

Junto al padre Lisandro, también participaron con gran devoción el padre Carlos Daboin de Santa Rosa de la ciudad de Trujillo (estudiante del Doctorado en formación sacerdotal), el padre Gerardo Camacho de Boconó (estudiante de Teología Espiritual), el Padre Elio Azuaje de Boconó (estudiante de Liturgia) y el Padre Tomas Espinosa de Valera (estudiante de Utroque Iure). Los trujillanos pidieron la protección maternal de María para Venezuela y, en especial para la diócesis de Trujillo con su pastor Mons. Castor Oswaldo Azuaje Pérez y el Obispo Emérito Mons. Vicente Hernández Peña.

Al finalizar la homilía el padre Tomás expresó su preocupación por la situación que atraviesa el país y aprovechó para recordar las palabras del Papa San Juan XXIII, en la encíclica “Pacem in terris”: “La convivencia civil sólo puede juzgarse ordenada, fructífera y congruente con la dignidad humana si se funda en la verdad. Es una advertencia del apóstol San Pablo: despojándose de la mentira, hable cada uno la verdad con su prójimo. Esto ocurrirá, ciertamente, cuando cada cual reconozca, en la debida forma, los derechos que le son propios y los deberes que tiene para con los demás. Una comunidad humana será cual la hemos descrito cuando los ciudadanos, bajo la guía de la justicia, respeten los derechos ajenos y cumplan sus propias obligaciones. Ni basta esto sólo, porque la sociedad humana se va desarrollando conjuntamente con la libertad… Una sociedad bien ordenada y fecunda requiere gobernantes, investidos de legítima autoridad, que defiendan las instituciones y consagren, en la medida suficiente, su actividad y sus desvelos al provecho común del país”.

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