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Olga González, una voz contra las ejecuciones silenciadas por el régimen de Maduro 

Olga González, esposa de un hombre asesinado por las fuerzas de seguridad venezolanas, exige justicia para las víctimas de la represión.

MARINELLYS TREMAMUNNO / CUBANET

ROMA, Italia. – Olga González es la voz de una de las familias venezolanas que ha sido devastada por la violencia de Estado. Su esposo, Leonardo González Barreto, fue asesinado por funcionarios de las extintas Fuerzas de Acciones Especiales de la Policía Nacional Bolivariana (FAES) en julio de 2017. Desde entonces, ha dedicado su vida a buscar justicia y a denunciar los crímenes cometidos por el régimen de Nicolás Maduro. Su historia es un retrato del dolor que han vivido muchas familias venezolanas bajo un Estado que recurre a la represión para mantenerse en el poder. 

Olga, que pertenece al comité de víctimas ALFAVIC Venezuela, accedió a conversar en exclusiva con CubaNet. La Alianza de Familiares y Víctimas 2017 (ALFAVIC 2017), es un comité de padres, familiares y víctimas que se unieron con la finalidad de exigir justicia, buscar la verdad y luchar contra la impunidad en Venezuela.  

“ALFAVIC nació con familiares de asesinados en las protestas de 2017, pero con el tiempo se nutriendo de familiares de víctimas de barrios de escasos recursos, también asesinadas por las FAES”, rememora Olga, quien ha dedicado su vida a la denuncia internacional sobre los crímenes de lesa humanidad cometidos en Venezuela, especialmente las ejecuciones extrajudiciales. Actualmente es vicepresidenta de ALFAVIC y dirige la Fundación Leonardo González Barreto. 

La represión en Venezuela no es un fenómeno nuevo, pero las cifras recientes muestran que el régimen de Maduro ha intensificado el uso de la violencia. Según datos de la ONG Encuentro Justicia y Perdón (EJP), durante los siete días posteriores a las elecciones del pasado 28 de julio, se registraron 25 asesinatos. Este número más que duplica las cifras de las muertes ocurridas durante las protestas de los años 2014 y 2017. 

Los datos de EJP indican que, del 12 al 19 de febrero de 2014, durante la primera semana de manifestaciones, siete personas murieron. En 2017, otro año marcado por una brutal represión, cinco personas fueron asesinadas en la primera semana de manifestaciones (entre el 6 y 13 de abril). Comparadas con las cifras de 2024, donde se registraron 25 muertes en solo siete días, queda claro que el nivel de violencia ha alcanzado niveles sin precedentes. Además, según Provea, entre 2013 y 2023 han sido ejecutadas 10.085 personas por los agentes de los cuerpos policiales y militares controlados por Nicolás Maduro. 

“Yo era una venezolana más, de esas que sale a trabajar todos los días”, dice Olga. Tanto ella como su esposo trabajaban en un supermercado y veían de primera mano cómo la crisis económica afectaba a los venezolanos: “Había filas interminables de personas esperando por días para comprar alimentos básicos como harina, arroz y leche”, explica. También asegura que la situación los llevó a involucrarse en las protestas del año 2017.  

“Mi esposo, además de ser trabajador social, era un defensor de los derechos humanos sin saberlo”, cuenta Olga. Leonardo también era voluntario en la organización Doctor Yaso, con la cual trabajaba como payaso en hospitales infantiles. 

El 27 de julio de 2017, el hombre salió a protestar pacíficamente junto a un grupo de vecinos en Naguanagua, estado Carabobo. “Salió a protestar y no llegó a casa”, recuerda Olga. “Más de 30 funcionarios lo persiguieron y su vehículo recibió 21 impactos de bala. Una de esas balas atravesó la espalda de mi esposo. Cuando él se vio herido se bajó del carro y pidió ayuda, pero se la negaron”, rememora la entrevistada.  

“Cuando llegué, los funcionarios querían movilizar el cuerpo de mi esposo, pero me planté y exigí que esperaran al Foro Penal [ONG de defensa de los DD.HH. en Venezuela] y al Ministerio Público. Cuando revisaron el vehículo, solo encontraron comida. Y en el cuerpo de mi esposo, lo único que había eran caramelos”, narra la mujer. 

Para Olga, la muerte de su esposo fue una ejecución extrajudicial. “Mi esposo no era ningún delincuente, no estaba armado y jamás representó un peligro para esos funcionarios. Allí hubo un exceso de violencia, una persecución brutal que nunca debió haber ocurrido”, denuncia. 

El proceso de buscar justicia ha sido largo y agotador. “Han pasado siete años desde el asesinato de mi esposo. Tuvimos que pasar por tres largos juicios, los dos primeros fueron anulados”, asegura Olga. Finalmente, seis funcionarios fueron sentenciados por el asesinato de Leonardo, pero el proceso no ha terminado.  

“La sentencia sigue abierta y seguimos esperando que el Tribunal Supremo de Justicia ratifique la condena”, explica. Aunque los responsables están detenidos, Olga denuncia que no están cumpliendo su condena en las condiciones adecuadas, sino más bien protegidos “en los comandos policiales de sus amigos”. 

La activista también asegura que el sistema judicial venezolano está diseñado para agotar a las víctimas: “El sistema te cansa, te frustra, te agota. Está hecho para que te rindas y dejes de buscar justicia”. Pero no se rinde, su lucha no solo es por la memoria de su esposo, sino por todas las víctimas de la represión en Venezuela: “He crecido como ser humano en estos años de lucha. Me ha tocado aprender sobre derechos humanos, leyes y acompañar a otros familiares que han pasado por lo mismo”. 

Durante su conversación con CubaNet, la activista hizo un llamado urgente a la comunidad internacional para que ponga atención a lo que está sucediendo en Venezuela. “Todo el mundo debe saber que, en Venezuela, día a día, mientras yo estoy sentada acá, están asesinando a alguien inocente, al hijo de alguien, inocente y desarmado. Ahorita, en este momento, cuando yo estoy aquí, están torturando a alguien en Venezuela”, denunció.  

“Si pudiéramos retroceder en el tiempo, yo creo que volveríamos a salir a la calle”, afirmó cuando se le preguntó si podía cambiar su pasado. Para ella, la lucha por la libertad y la justicia es lo que mantiene viva la esperanza en un país que ha sido devastado por la represión. “Mi esposo volvería a salir y moriría mil veces si fuera necesario, porque sabemos que esta es la manera de mostrar al mundo que en Venezuela se violan derechos humanos a diario”, enfatizó. 

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